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Riqueza relativa
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- Micael Espín
- @micael_numero6
Esta reflexión viene a raíz de recordar mi etapa en el instituto, como se suele decir “ha llovido mucho desde entonces”.
Aunque fue hace algún tiempo, hay aprendizajes que no se olvidan, las mejores lecciones son las que son de tipo práctico, el “learning by doing”, aprender haciendo.
A lo largo de toda mi vida académica he tenido la suerte de encontrarme siempre con buenos profesores. Siempre hay y habrá quien se queje de sus docentes, tal vez para justificarse ya que es más simple y cómodo culpar a los demás de nuestros errores. Y últimamente escucho más quejas, no sé si es que hoy en día han cambiado los niveles de exigencia o simplemente yo tuve suerte en mi época.
Pues bien, de entre todos estos agricultores del conocimiento, hubo uno que recuerdo por marcar la diferencia, apenas recuerdo como era en el ámbito académico, lo que si recuerdo son las lecciones que no estaban en el temario, que sin embargo resultaron ser las que más útiles me han sido.
Por ejemplo, de Miguel oí por primera vez el concepto de comercio justo, nunca me había planteado ponerme en la piel de quien produce lo que consumo a miles de kilómetros. Acostumbrado a pagar lo que indica la etiqueta en le supermercado sin cuestionarme si en el precio viene descontada la explotación de los trabajadores.
Otra actividad de las que más me marcaron, fue un juego con el que comprendí que la casilla de partida nadie la elige, sin embargo es de lo más determinante.
El juego consistía en simular que la riqueza del mundo está en unos 40 euros en monedas de 20 céntimos (dinero real). A algunos nos ató una mano a la espalda, a otros las dos, a otros les daba 10 o 15 monedas antes de empezar el juego, algunos se situaban más cerca otros más lejos de la fuente de riqueza (el resto de monedas amontonadas en el suelo).
Una vez planteada la situación inicial, dejó todas las monedas en el suelo y nos dio la señal de salida, debíamos acumular toda la riqueza que pudiéramos con la limitaciones o privilegios que nos había impuesto aleatoriamente.
Una vez finalizado el reparto de riqueza, estableció 3 clases sociales, en función del número de monedas que poseíamos cada uno. Con una mano atada a la espalda, obviamente no llegué a alcanzar el sueño americano.
A partir de aquí no había guión, nos separó en el pabellón deportivo y al grupo de clase alta les dejó sillas para sentarse y les regaló unas bolsas de patatas fritas, a los de clase media les dio algún privilegio que no recuerdo. Y de ahí a observar las cobayas.
Unos intentaban hacer favores a cambio de monedas, otros negociaban un intercambio de bienes, la pillería o picaresca también se vio presente, para quien no tenia y quería siempre estaba el camino de robar a quien más tenía.
Resultó muy interesante comprender de forma practica que los privilegios son cuestión de suerte y que hay distintas reacciones a las situaciones injustas, desde la resignación hasta tomarse por su mano lo que uno considera justo.
Otro momento clave y para esto escribí el post, aunque me he enrollado más que las persianas, fue cuando trazo una linea horizontal en la pizarra que tendría como 1 metro de largo. Lanzó la pregunta al aire, si en un extremo se encuentra la persona más rica del mundo ( Bill Gate por aquel entonces) y en el otro la más pobre. ¿ Dónde nos situamos nosotros ?
Todos nos situamos más cerca del extremo pobre, ya que nuestra mente matemática y lógica lo determinó con una regla de tres, porque solo sabemos a priori medir cuantitativamente, es decir si el más pobre vive con 1 euro al día y el más rico con 10 000, yo que vivo con 50 al día estoy mas cerca del pobre.
Ese es el razonamiento basado en pura lógica es el razonamiento cuando uno conoce el precio de las cosas pero no su valor.
Pero si en lugar de contarlo todo con números, en lugar de pensar cuantitativamente pensamos cualitativamente, entonces nos daremos cuenta que la diferencia entre conducir un coche de un millón de euros y uno de mil euros es muy pero que muy pequeña comparada con no tener acceso a agua potable y poder abrir el grifo de casa y disponer de ella con un simple gesto.
Y efectivamente, si dejamos de valorar las cosas por su precio y las valoramos por lo que nos aporta, estamos más cerca del extremo rico que del pobre.
Valorando…